domingo, 11 de enero de 2015

El amor es el crimen perfecto

(Com este poema arranca el muevo libro, que publicará en unos meses Ya lo dijo Casimiro Parker)

El amor es el crimen perfecto

Porque no le importa dejar huellas
y está siempre sembrado de ADN.
Porque tiene en nómina a los detectives,
a los criminales y a los jueces,
(y creo que les paga mucho menos a los jueces).

Porque sus cadáveres nunca mueren del todo
y resucitan ante otros ojos, inéditos,
para volver a morir,
de amor, dentro de un tiempo.

Porque antes de matar estafa,
con sonrisa de ángel o banquero,
y hace sentirse alto al más enano,
y que nos veamos guapos
los que nos sabemos feos.

Porque te apuñala siempre en el mismos sitio,
y los adictos/barra/ adictas/
hacen cola para su chute de subidón
con destino al precipicio.

Porque es un cronófago
al que no le importa ser coprófago
si has dejado que tu vida
se convierta en una mierda.

Porque inventó a los poetas, a los suicidas,
a las putas, y también,
para que alguien saliera ganando,
a los proxenetas.

Porque nunca se arrepiente
y usa las banderas de tregua como pañuelos.

Porque olvida direcciones, nombres y números de teléfono,
pero cuando te descuidas te acorrala una noche
y te deja desnudo y a solas con tus recuerdos.

El amor a una mujer, a un hombre, a un hijo,
a un club de fútbol, a una idea,
a una mascota o a un planeta,
que te lo quita todo sin permiso
y te da a cambio
el humo de una promesa
junto a una ventana abierta.

El amor es el crimen perfecto,
porque ha estado matándome toda la vida,
y todavía consigue que le abra la puerta,
y lo siente a mi mesa,
y lo tumbe en mi cama,
y lo reciba
como se recibe al viento,
a las buenas noticias,
y a esa bala entre los ojos que llevo años mereciendo:

con una sonrisa resignada,
una copa en cada mano,

y los brazos
bien abiertos.

lunes, 14 de marzo de 2011

Matar y guardar la ropa: Con Argemí y Orsi, en Clarín

Matar y guardar la ropa: Con Argemí y Orsi, en Clarín: "Los referentes del policial español son argentinos y están inéditos en el país Están premiados y traducidos en el resto de Europa: son..."

domingo, 13 de febrero de 2011

El Experimento Azul, nº 7

Querido diario:

Decidí buscar la ayuda de unpsicólogo, para que me ayudara a comprender lo que me ocurre con el Ghost Trick de Nintendo, el juego que llevo un mes probando y me ha cambiado la vida. La ha cambiado para mejor, porque peor no podía ir. Creí que al bucear en mis recuerdos podría también recordar en qué momento dejé de ser un niño prodigio para convertirme en un fenómeno de feria. Y me bastó una sola sesión para comprender que la moderna psicología puede ser la solución a todos mis problemas. Cierto es que el terapeuta tardó un poco en sintonizar conmigo, y que le molestó bastante mi exigencia de que saliera a comprar una pipa y una barba postiza, pero es que cuando hay que hacer las cosas, hay que hacerlas bien. Cierto también que aunque la pipa se asemejaba bastante a las que he visto fumar a los psicólogos de las películas, la barba que el noble facultativo pudo obtener en la tienda de disfraces de la acera de enfrente, era más propia de un lobo de mar que de un experto en almas. Pero lo resolvió comprando también un paisaje marino de dudosa calidad artística, pero tan realista que por momentos salpicaba.
-Hábleme de usted -me sugirió cuando estuve tendido en el diván.
-¿Es que le he tuteado, doctor? No es propio de mí tomarme esas confianzas.
-No, que me hable de su vida, de sus anhelos, ¡de su infancia, hábleme de su infancia!
- La infancia, doctor, fue ese tiempo en el que todo era dulce, hasta los azotes de mi padre…
- ¿Cómo dice?
- Sí: papá trabajaba por entonces en una pastelería y gustaba de pegarme con sacos de azúcar.
-Eh-h, y ¿qué es lo primero que recuerda de su infancia?
-Primero estaba flotando en un líquido tibio. Luego, una sensación de girar y girar y girar… que se detuvo de pronto y la luz lo inundó todo.
-¿Recuerda su nacimiento?
-¿Qué nacimiento? Es que mamá, como buena primeriza, se hizo un lío y me metió en la lavadora junto con mis ropitas…
-¿Y está seguro de que fue un error? -murmuró el terapeuta.
-¿Qué quiere decir?
-Nada, nada. Siga contándome.
-Nada especial. Como la situación económica era tan precaria, mis padres me cambiaron con unos vecinos por una lavadora. No funcionaba, pero al menos, como dijo papá “uno sabe que es normal”. Pero en cuanto me empecé a comer el detergente, los vecinos deshicieron el trato.
-“Rechazo paternal” -murmuró el psicólogo mientras apuntaba en su libreta. Y luego agregó-: “razonable, si se conoce al paciente”.
- En todo caso, doctor, desde muy pequeño se destacaron en mí las cualidades de sagacidad e intuición que habrían de convetirme en escritor de novela negra. Lo mío siempre fue la investigación. Cuando algo se perdía en casa, ya fuera la vuelta de la compra, la dentadura de oro de la abuela, o la pierna ortopédica de mamá, siempre recurrían a mí para encontrarlo. Y lo encontraba, ya fuera en los bolsillos de papá, o en el monte de piedad que había a pocos metros de casa, tras entregar el correspondiente resguardo hallado en los cajones de la mesita de noche paterna. Mi padre se enternecía tanto por ese olfato de sabueso precoz, que me palmeaba afectuosamente las posaderas, tal vez con cierto exceso de energía.
-Hábleme de su primer amor…
-Era bella, era elegante y suave, pero al mismo tiempo, fría y distante, como si me ignorase…
- Natural- dijo entre dientes el doctor.
-…y comprendí que lo nuestro era imposible cuando le arranqué la ropa.
-¿Qué, qué? ¿Cuántos años tenía usted?-Nueve. Ya, no me lo diga. Mamá también se enfadó y dijo que no tenía edad para jugar con las Barbie de mi hermana.

El silencio detrás de mí me hizo volver la cabeza y advertí que mi terapeuta padecía de un curioso tic en ambos ojos, además de temblarle el pulso. No hice observación alguna sobre el hecho de que se estuviera comiendo la barba postiza, porque con esas nuevas dietas de moda, nunca se sabe.
-Pero lo que realmente marcó mi vida es un hecho más reciente, y temo que aún no lo he superado, doctor. ¿Se lo cuento?
Creo que asintió, aunque como estaba hincando de rodillas en el suelo, rezando mientras se daba goles en el pecho con una estatuilla de bronce, pensé que sería de mal gusto insistir:
-Creo que Getrudis, mi ex novia, me engañaba.
-¿Po-por-qué lo sospechaba?
-Uno no será un hombre de mundo, pero siempre me pareció extraño que su consejero espiritual viniera a domicilio y la confesara en nuestro cuarto, a puerta cerrada…
Detrás de mí se escuchó un gemido ahogado, algo así como “pordios,másno”, y aunque no soy particularmente religioso, me alegré de que mi terapeuta lo fuera, ya que el asunto estaba relacionado:
-Además, una noche que entré de pronto en el cuarto y vi al sacerdote desnudando a mi novia, he de admitir que desconfié…
El sonido se hizo más agudo.
-…hasta que el confesor me dijo que pertenecía a la Teología de la Liberación y Getru necesitaba ser liberada.
Mi terapeuta comenzó a comerse su bigote, aunque era natural.
-Pero lo que en realidad me desvelaba, doctor, eran los gemidos y aullidos que ella soltaba durante las confesiones. Cuando el santo hombre comenzó a venir acompañado de otros cuatro colegas, supe que lo de mi novia era grave, y pese a que me mandaron a buscar hielo y cigarrillos, supongo que para que no me preocupara, supe que mis peores sospechas eran acertadas.
El silencio recibió mis palabras.
-A la mañana siguiente le dije a Claudia: “a mí no me engañas y desde anoche lo tengo claro: tú has sido poseída”. ¿Sabe lo que me respondió?: “no sabes tú bien cuánto. Pero poseída, poseída, poseída.” Yo le dije que no se preocupara, que tratara de olvidarse de todo, y para demostrarle que la comprendía, fui al video club y alquilé El exorcista, y…
Una corriente de aire llamó mi atención y al girar la cabeza no vi a mi psicólogo. La ventana estaba abierta y me asomé. Ahí estaba, sobre la delgada cornisa de la planta 15.
-¡No me diga nada, no pienso bajar de aquí en mi vida!- Gritó-. ¡Sólo de pensar que me puede tocar otro como usted!
-Venga, hombre- le dije-. Precisamente usted debería saber que casi todo problema tiene solución. Además, no hemos hecho más que empezar. Imagine todo lo que descubriremos juntos durante las sesiones venideras. Estoy dispuesto a seguir la terapia con su sabia guía durante todo el tiempo que sea necesario, meses, años, décadas si es preciso.
Comenzó a llorar y supe que mis palabras lo emocionaban. Insistí:
-Venga doctor, no puede quedarse inmovilizado en este punto de su vida. ¡Es la hora de dar un paso adelante!
Me miró. Sonrió. Y dio el paso.
Seguía sonriendo mientras caía.

El entierro fue conmovedor, estaban todos los psicólogos de la ciudad. Yo me mantuve a distancia respetuosa, y para pasar el rato superé una nueva etapa de Ghost Trick sentado en una tumba soleada. Escuché que los psicólogos comentaban: “ha venido el loco del videojuego”, pero no lo relacioné conmigo, desde luego, e imaginé que mi buen amigo David Torres había acudido a ellos en busca de ayuda para superar su incapacidad para avanzar en el Ghost Trick.
Allí estaban, querido diario: todos los psicólogos de Madrid. Pero, por extraño que parezca, ninguno tiene espacio en su agenda para seguir mi tratamiento.
Me temo que hay más gente con problemas psicológicos de lo que pensaba.

viernes, 11 de febrero de 2011

El experimento Azul nº6

Querido Diario:

Mientras mi cuarto sigue ocupado por mi ex, Gertrudis, y su nuevo novio senegalés, Bnamhmwammboo, he aprovechado para salir de casa armado con mi Nintendo DS XL y el Ghost Trick, el juego que en las últimas semanas ha ocupado mi mente y mis energías. Ha sido un acto de rebeldía ante la prepotencia de Gertrudis: vale que se mudara a mi casa porque la han echado de la suya a causa de los excesivos ruidos amatorios que producía con el moreno; pase que además trajera consigo su colección de 258 relojes de arena. Pero al ordenarme que me ocupara de darles “cuerda” regularmente dándoles vuelta, Gertru despertó al indomable rebelde que dormía en mi interior. Y sin que me temblara el pulso, mientras ellos de ocupaban de escandalizar a mis vecinos, salí andando de puntillas y no dudé en pagarle un buen diner al ucraniano que está pintando en la casa de al lado, para que se ocupe de los relojes.
Ya sabes: los cobardes no escriben la historia querido diario.





Y aquí estoy, en este vetusto locutorio dotado de ordenadores que deben datar de la infancia de Bill Gates, por lo menos. Pero libre, como mi corazón.
Reviso mi correo electrónico. Algo interesante. En una nota anónima alguien me agradece las noches encendidas de sensualidad, enumera una por una las acrobacias sexuales realizadas, y anhela nuevas locuras sin final, aunque propone que la próxima vez podríamos dejar de lado lo del látigo de nueve colas y lo que llama la refinada pero un tanto exasperante técnica de la miel y las hormigas, “porque luego me siguen las moscas durante semanas”. Lo firma un tal Manolo y apunto mentalmente que debo prohibir a Gertrudis que siga dando mi dirección de e-mail para recibir mensajes de sus amantes. Además, nunca quiso hacer lo de las hormigas conmigo.
¡Por fin! Respuesta de la agencia de relaciones a la que acudí para buscar a mi media naranja, “o fruto sucedáneo más o menos digerible”, agregué en mi carta de presentación. Tampoco hay que ser tan exigente. Me comentan en su mensaje que han seguido los pasos habituales y tras introducir en su banco de datos mis preferencias en materia de relaciones, los requisitos que debe cubrir mi posible compañera, las exigencias intelectuales y físicas y los deportes que quisiera compartir con ella, por fin han obtenido resultados. Se disculpan por el retraso, pero argumentan en su favor que han tenido que renovar el personal varias veces debido a las renuncias en masa provocadas por mi gestión y agregan que ¡la han hallado! Responde, me dicen, punto por punto a mis peticiones, parece creada para cumplir mis sueños, desde los más tiernos hasta los más perversos. Lo malo, me informan, es que esa variedad de iguana de las regiones árticas, se extinguió hace por los menos 20.000 años. Suspiro. Siempre pensé que no había nacido en la era adecuada.
No puedo seguir llorando porque suena mi teléfono móvil y es la mi agente literaria, que me pregunta, con el respeto que le provoca el valor de mis escritos, que “cómo has sido capaz de escribir una bazofia de tal calibre”.
- Me alegro de que te guste -digo
- Lo que me gustaría es pagarte una lobotomía, pero sería dinero tirado, porque no creo que con medio cerebro puedas hacerlo peor.
No contesto nada, porque ya estoy habituado a su fino sentido del humor cuando se refiere a mí, aunque a lo de dejarme encerrado en el balcón de la agencia, a ocho pisos de altura y durante todo un fin de semana, la verdad, no acabé de encontrarle la gracia.
- ¿Cómo te manejas con el correo electrónico? -pregunta.
- Regular. Siempre me hago un lío al pegarle los sellos, pero no volveré a intentarlo con la lengua, que la última vez casi me electrocuto.
-Olvídalo -suspira-. El caso es que te he remitido varios e-mails de lectores que han llegado a la agencia a tu nombre. Seguro que son insultos, así que mejor los respondes tú.
Ha colgado y me apresuro a abrir el archivo remitido bajo el título de “para el memo”.
El primer e-mail promete:
“Querido Carlos: detrás de tu aparente imbecilidad congénita he detectado una sensualidad sin límites y una sensibilidad que me excita. No importa que tu ex, Gertrudis, ese pendón desorejado, sea incapaz de valorar tus atractivos. Me llamo Valeria y estoy dispuesta a cometer contigo todas las locuras posibles y algunas por inventar. Como sé que eres hombre al fin -o algo parecido- y que el físico os importa mucho, te diré que he sido reina de belleza en varias ocasiones, y que más de un poeta ha perdido la razón por mis encantos. Cuando quieras, lo que quieras, cómo quieras, siempre tuya, Valeria.
PD: No creas que soy la típica tonta inexperta que luego se echará atrás cuando llegue el momento. Tengo experiencia, y no en vano este mes he cumplido 115 años. Te envío dos fotos mía, desnuda, desde luego. Una de cuándo fui Miss Liguero 1907, y otra, también desnuda, de la semana pasada.”
Le respondo de inmediato:
“Querida Valeria: es imposible resistir tu oferta, y menos después de ver las fotos. Pero por el momento, lo ajetreado de mi agenda me impide concretar nuestra cita de inmediato, por lo que te pido un poco de paciencia. 30 o 40 años, como mucho. Salvo que antes de esa fecha se invente la máquina del tiempo y pueda viajar a 1907.
Tuyo, Carlos.”

El siguiente es un ferviente admirador de mi talento:
Salem, tío: Leo cada mes la revista y soy un forofo de tus relatos, aunque me indigna ver lo que tienes que pasar por culpa de Gertrudis. Olvídala, tío, no te merece. Vale que por lo que cuentas es guapísima, que tiene menos reparos morales que un ministro, y que sea insaciable en la cama. Vale que además, a juzgar por lo que cuentas, está más buena que un camión de quesos y que se debe saber de memoria todo el Kamasutra, y que… a propósito, ¿me podrías facilitar su teléfono o su dirección, para decirle todo esto a la cara?
Un abrazo, Ernesto Cador de Piernas.”

Respondo, agradecido:
Querido Ernesto: Gracias por compadecerte de mí, es increíble la solidaridad que despierta mi caso, porque el tuyo es el e-mail número 23.437 que expresa esa comprensión y se ofrece para recriminar en persona a Claudia su actitud. Para evitar aglomeraciones, he creado una lista de espera en la que procedo a apuntarte. Como todo indica que la demora será considerable, te envío en documento adjunto la foto y dirección de una buena amiga, Valeria, que sin duda sabrá hacerte agradable la espera.”

Hay muchos e-mail más, de lectores de mis libros, y debo responderlos todos .Pero a modo de resumen diré, para la amable lectora Elsa Bañón Rojo, que no, que no tengo previsto esterilizarme todavía, aunque agradezco su ofrecimiento de correr con los gastos. Lo mismo vale para todos los particulares e instituciones que han realizado la misma oferta (453), y para los lectores que han tenido la gentileza de invitarme a su casa “para demostrarle a mi mujer que yo no soy el más gilipollas de España”. Lamentablemente no puedo ir a todos los sitios, como no puedo aceptar la invitación para viajar a la Antártida y escribir allí un ensayo sobre la incidencia de la fauna tropical en la decoración de interiores de los iglús.
Lamento entonces no utilizar el billete de avión pagado -sólo ida- que me llegó por correo.
Lo que no entiendo es por qué ese mensaje tenía como remitente la dirección de correo electrónico de mi agente.
Basta por hoy.
Ha llegado la hora de los placeres.
Desenvuelvo un caramelo de licor, lo introduzco en mi boca y lo saboreo. Enciendo la Nintendo y me zambullo en el Ghost Trick. El protagonista está muerto desde que empieza el juego y debe averiguar quién y por qué lo ha matado. Y para hacerlo ,como es un fantasma, debe ir ocupando diferentes objetos que están a su alcance. El primer escenario es un vertedero y el detective se dispone a ir viajando por la basura.
Desde luego, los hay con suerte.